Friday, February 12, 2016

CAPITULO 5


Nunca es demasiado tarde con Jesús
Jesús obra muchos milagros a lo largo de su ministerio; sin embargo, debemos prestar especial atención cuando mencionan el tiempo que la persona ha estado padeciendo. En este caso, el apóstol Juan consideró que era importante registrar que específicamente este paralítico había estado así por 38 años. Y ¿por qué es tan importante señalar la duración de su enfermedad? Te preguntarás. La respuesta es para que sepamos que cuando Jesús interviene en nuestra vida nada de eso importa. Puede ser que hoy estés arrastrando una enfermedad de varios años, una adicción que no logras romper, una herida emocional que no ha sanado en mucho tiempo, o una situación financiera que parece irreversible. Con Jesús nada es imposible. Con una simple palabra él puede cambiar todo en vida. Jesús trae restauración, redención, liberación y plenitud a tu espíritu, a tus emociones y a tu cuerpo físico.  

Limitación mental
Nota como después de 38 años, la mente del paralítico ha perdido toda esperanza. Cuando Jesús se acerca a él, le hace una simple pregunta a la cual solo debe responder si o no: “¿Quieres quedar sano?”. Sin embargo, tantos años hundido en su propia miseria, han nublado la visión de una vida mejor y automáticamente responden los pensamientos de conformismo. “Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque mientras se agita el agua, y cuando trato de hacerlo, otro se mete antes”. Jesús viendo que no podía razonar con él y sintiendo compasión por su situación, decide actuar por su propia cuenta y ordena firmemente al paralítico que se levante de su camilla. Esa orden rompe todos los esquemas mentales que durante años se han asentado y que han terminado por dominar el pensamiento de aquel hombre. Hoy día, Jesús es capaz de darte una orden así en tu vida, tal vez no en persona, pero una fuerte impresión que sientes en tu corazón. Aunque tú no le busques a él, aunque no pidas un milagro, ni ores para que ocurra, porque tu mente ni siquiera lo ha considerado, Jesús va en tu busca y te dice “levántate y abandona eso que estás haciendo”. Cualquier cosa que sea la que estás haciendo que te está limitando de disfrutar plenamente de tu vida. Aunque no seas paralítico, pero tal vez es un vicio, o un hábito, que de alguna manera te está limitando de experimentar la felicidad, la plenitud de la vida como Dios quiere para ti.

Jesús confronta a los fariseos
Cuando Jesús sana al paralítico, los fariseos se enojan porque era el día de reposo, y estaba prohibido según la ley judía trabajar ese día. Jesús entonces confronta a los fariseos y les habla duramente. Nota como el tono de voz de su discurso es muy distinto al que usó con la mujer samaritana. A ella le reveló su verdadera identidad y le dijo claramente que él era el Cristo, el Mesías redentor que tanto esperaban, aquel del que las escrituras anunciaban desde hacía varios siglos. La mujer recibe con gozo, alegría y entusiasmo la noticia y su vida es transformada para siempre. Sin embargo, Jesús sabe que diga lo que diga, los fariseos seguirán sin creerle, así que decide también revelar su identidad claramente, pero con un tono muy diferente. A lo largo de las escrituras podrás ver estás dos facetas del maestro, una tierna y compasiva y otra dura, en la cual se habla del juicio eterno, las llamas del infierno y los últimos días. Cuando Jesús habla de esta manera debes primero reflexionar en quién es la audiencia. Jesús no habla así para ti, ni para los que llegamos a él con oídos prestos y un corazón moldeable, sino que habla así para los duros de oído, para los orgullosos y los que le han negado incluso antes de escucharle. “Si le creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque de mí escribió él. Pero si no le creen lo que él escribió, ¿cómo van a creer mis palabras?”. Aunque lo que dice es completamente la verdad, la forma en la que lo dice es muy diferente a como se dirige a aquellos por los cuales siente genuina compasión. 

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