Jesús es la vid
Jesús continúa usando parábolas para
explicar sus enseñanzas espirituales. Hay varios aspectos que distinguen a los
verdaderos seguidores de Cristo, en este pasaje se revela un nuevo aspecto: dar
fruto. Aquellos que digan seguir a Jesús pero realmente no produzcan frutos, el
padre los desechará; sin embargo, aquellos que si produzcan fruto, el padre los
podara para que así produzcan aún más frutos. Volvemos aquí a la idea que Jesús
antes enfatizaba que la semilla antes de dar fruto debe morir. Esta enseñanza
apunta a que algo en nosotros debe morir antes de realmente producir algún
fruto.
Aquellos que se niegan a deshacerse de
algo de su vida pasada (una adicción, una relación, un mal hábito…) terminarán
por ser desechados de la vid de Jesús. En sus propias palabras “aquellos que se
apega a su vida la pierda, en cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la
conserva para la vida eterna” (Juan 12:25 NVI). En el acto mismo de negación a apegarse
a las formas del mundo, Jesús nos promete una vida llena de fruto. Pero nos
advierte que también padeceremos: primero, porque el Padre nos podará, en amor,
para transformarnos en algo diferentes de lo que éramos y segundo porque esta
transformación irritará a los que todavía pertenecen al mundo.
Permanecer en la vid de Jesús implica
permanecer en su palabra. Es decir, buscarle a él cada día en las escrituras
nos mantienen en su amor. Recordar su gran amor hacia nosotros, su sacrificio,
su entrega, nos hace permanecer envueltos en ese halo de amor con el que nos
dejó. Jesús también nos dice que si obedecemos sus mandamientos, otros nos
obedecerán por amor a su nombre, porque ellos no conocen al padre. Pero ¿Cuáles
son los mandamientos de Jesús? No son muchos, sino solo uno y lo repite
insistentemente “ámense los unos a los otros como yo les he amado”. Ese es el
único mandamiento que Jesús nos deja.
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