Nicodemo y la mujer
Samaritana
Es interesante observar las diferencias de cómo trata Jesús a Nicodemo y
cómo trata a la mujer samaritana. Pienso que el apóstol Juan los puso estos
capítulos consecutivamente con un solo propósito: para mostrar la compasión de
Jesús hacia las personas de corazón puro. Nicodemo acude a Jesús en mitad de la
noche, mientras que Jesús va en busca de la mujer a media tarde. Nicodemo es un
teólogo y a éste Jesús le confronta, e incluso lo llega a humillar “Tú que eres
maestro de Israel ¿no entiendes estás cosas?”; sin embargo, la samaritana es
una mujer que vive en pecado aun así, Jesús le habla con mucha ternura y
respeto. Cuando le dice Jesús que vaya a traer a su marido, ella admite que no
tiene marido a lo que Jesús le dice “Bien has dicho que no tienes esposo. Es
cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo. En esto has
dicho la verdad”. Jesús no le revela su identidad divina a Nicodemo; sin
embargo, sí a la mujer samaritana. “Ese soy yo, el que habla contigo”. El apóstol
Juan no comenta en la reacción de Nicodemo tras la conversación con Jesús, sin
embargo la mujer samaritana no sólo cree que Jesús es quien dice ser sino que instantáneamente
comienza a evangelizar a todo el pueblo. De hecho, unos versos más adelante
vemos como muchas personas llegan a Jesús por el testimonio de esta mujer.
Agua de beber
El agua que ofrece Jesús es un agua de vida, metafóricamente quiere decir
que aquel que cree en su corazón en él, emana nueva vida que brota desde su
interior y se manifiesta hacia afuera. Aquel que recibe a Jesús cobra un nuevo
y renovado entusiasmo por la vida. La mujer samaritana va al pozo a mediodía y
eso dice mucho sobre su vida. En aquellos tiempos las mujeres recogían agua por
la mañana, en las horas más calurosas nadie iba a los pozos, excepto algunos
hombres o pastores. Eso indica que la mujer vive avergonzada de su pasado, tal
y como más tarde revela Jesús. Probablemente todas las mujeres en su pueblo
hablan mal de ella y no sale a la calle por no encontrarse con la desaprobación
de sus vecinas. El número de fracasos amorosos también habla del abatimiento
que debe sufrir en su interior por tantas relaciones fallidas. La mujer
samaritana me la imagino como una mujer triste, sin esperanzas en la vida, sin
sueños, ni expectativas positivas. Sin embargo una sola conversación con Jesús
basta para que ella se sacuda toda la culpa y la vergüenza, saliendo a anunciar
la llegada del Cristo con convicción y pasión. El agua que ofrece Jesús renueva
el corazón, la esperanza y trae vida eterna. “todo el que beba de esta agua
volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a
tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial
del que brotará vida eterna”
Un alimento secreto
Jesús, en su humanidad queda fatigado por la larga caminata. Suponemos que
sus labores espirituales de sanar a los enfermos, expulsar demonios, orar por
los necesitados y atender a todos los que se le acercaban lo dejaban drenado de
energía; incluso más que sus discípulos, puesto que ellos fueron a por algo de
comida para su maestro. Quedando Jesús a solas, y habiendo él mismo orquestado
el encuentro con la mujer samaritana, cumple la misión por la cual fue a
Samaria, redimir la vida de una mujer que se hallaba en un pozo de miseria. En
otras palabras, Jesús hace la misión que su Padre le encargó. En ese momento
llegan sus discípulos con algo de comida, pero Jesús les responde “Yo tengo un
alimento que ustedes no conocen”; se encuentra completamente renovado y pleno
de energía. Los discípulos no entienden nada y se preguntan los unos a los
otros “¿le habrán traido algo de comer? Pero entonces Jesús les explica
claramente: “Mi alimento es hacer la voluntad de que me envió y terminar su
obra”. Este principio espiritual es cierto también para nosotros. Cuando
hacemos la voluntad de Dios en nuestra vida, sentimos un ímpetu y una energía
que no sentiremos si estamos yendo en una dirección equivocada. Si elegimos
nuestra carrera por los motivos equivocados, por ejemplo, por dinero, por
conveniencia, por miedo a no encontrar nada mejor, estamos limitando el llamado
que Dios tiene en nuestra propia vida. Sin embargo, cuando nos entregamos por
completo a hacer lo que él nos pone en el corazón, tenemos la fuerza y la
vitalidad para realizarlo con entusiasmo y alegría. Cuando Dios pone una
visión, también da provisión. Dios nunca da sueños, sino ha puesto antes los
talentos para conseguirlos, no pone tareas, sino ha puesto antes el recurso,
los contactos y las oportunidades para lograrlo. La clave está en hacer la
voluntad del padre, para encontrar ese alimento secreto.
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