Thursday, February 11, 2016

CAPITULO 4


Nicodemo y la mujer Samaritana
Es interesante observar las diferencias de cómo trata Jesús a Nicodemo y cómo trata a la mujer samaritana. Pienso que el apóstol Juan los puso estos capítulos consecutivamente con un solo propósito: para mostrar la compasión de Jesús hacia las personas de corazón puro. Nicodemo acude a Jesús en mitad de la noche, mientras que Jesús va en busca de la mujer a media tarde. Nicodemo es un teólogo y a éste Jesús le confronta, e incluso lo llega a humillar “Tú que eres maestro de Israel ¿no entiendes estás cosas?”; sin embargo, la samaritana es una mujer que vive en pecado aun así, Jesús le habla con mucha ternura y respeto. Cuando le dice Jesús que vaya a traer a su marido, ella admite que no tiene marido a lo que Jesús le dice “Bien has dicho que no tienes esposo. Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo. En esto has dicho la verdad”. Jesús no le revela su identidad divina a Nicodemo; sin embargo, sí a la mujer samaritana. “Ese soy yo, el que habla contigo”. El apóstol Juan no comenta en la reacción de Nicodemo tras la conversación con Jesús, sin embargo la mujer samaritana no sólo cree que Jesús es quien dice ser sino que instantáneamente comienza a evangelizar a todo el pueblo. De hecho, unos versos más adelante vemos como muchas personas llegan a Jesús por el testimonio de esta mujer.

Agua de beber
El agua que ofrece Jesús es un agua de vida, metafóricamente quiere decir que aquel que cree en su corazón en él, emana nueva vida que brota desde su interior y se manifiesta hacia afuera. Aquel que recibe a Jesús cobra un nuevo y renovado entusiasmo por la vida. La mujer samaritana va al pozo a mediodía y eso dice mucho sobre su vida. En aquellos tiempos las mujeres recogían agua por la mañana, en las horas más calurosas nadie iba a los pozos, excepto algunos hombres o pastores. Eso indica que la mujer vive avergonzada de su pasado, tal y como más tarde revela Jesús. Probablemente todas las mujeres en su pueblo hablan mal de ella y no sale a la calle por no encontrarse con la desaprobación de sus vecinas. El número de fracasos amorosos también habla del abatimiento que debe sufrir en su interior por tantas relaciones fallidas. La mujer samaritana me la imagino como una mujer triste, sin esperanzas en la vida, sin sueños, ni expectativas positivas. Sin embargo una sola conversación con Jesús basta para que ella se sacuda toda la culpa y la vergüenza, saliendo a anunciar la llegada del Cristo con convicción y pasión. El agua que ofrece Jesús renueva el corazón, la esperanza y trae vida eterna. “todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna”

Un alimento secreto

Jesús, en su humanidad queda fatigado por la larga caminata. Suponemos que sus labores espirituales de sanar a los enfermos, expulsar demonios, orar por los necesitados y atender a todos los que se le acercaban lo dejaban drenado de energía; incluso más que sus discípulos, puesto que ellos fueron a por algo de comida para su maestro. Quedando Jesús a solas, y habiendo él mismo orquestado el encuentro con la mujer samaritana, cumple la misión por la cual fue a Samaria, redimir la vida de una mujer que se hallaba en un pozo de miseria. En otras palabras, Jesús hace la misión que su Padre le encargó. En ese momento llegan sus discípulos con algo de comida, pero Jesús les responde “Yo tengo un alimento que ustedes no conocen”; se encuentra completamente renovado y pleno de energía. Los discípulos no entienden nada y se preguntan los unos a los otros “¿le habrán traido algo de comer? Pero entonces Jesús les explica claramente: “Mi alimento es hacer la voluntad de que me envió y terminar su obra”. Este principio espiritual es cierto también para nosotros. Cuando hacemos la voluntad de Dios en nuestra vida, sentimos un ímpetu y una energía que no sentiremos si estamos yendo en una dirección equivocada. Si elegimos nuestra carrera por los motivos equivocados, por ejemplo, por dinero, por conveniencia, por miedo a no encontrar nada mejor, estamos limitando el llamado que Dios tiene en nuestra propia vida. Sin embargo, cuando nos entregamos por completo a hacer lo que él nos pone en el corazón, tenemos la fuerza y la vitalidad para realizarlo con entusiasmo y alegría. Cuando Dios pone una visión, también da provisión. Dios nunca da sueños, sino ha puesto antes los talentos para conseguirlos, no pone tareas, sino ha puesto antes el recurso, los contactos y las oportunidades para lograrlo. La clave está en hacer la voluntad del padre, para encontrar ese alimento secreto. 

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