Friday, May 15, 2020

Prepara el terreno de tu corazon


Preparar el terreno en tu corazón
En su más profunda enseñanza Jesús narra la historia de los cuatro terrenos. Cuenta como un sembrador fue dejando semillas en diference terrenos y como unas semillas tomaron raíz y otras no. A solas tuvo que explicarles en detalle a los apóstoles a qué se refería puesto que su conocimiento espiritual aun estaba nublado y no era capaces de ver la realidad espiritual a la que sus palabras apuntaban. 
A ustedes se le ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos, pero a ellos no. Al que tiene se le dará más y tendrá en abundancia. Al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas. Aunque miren, no ven, aunque oyen, no escuchan ni entienden (Mateo 13:11-13 NVI) 
Jesús describe uno por uno los cuatro terrenos. El primer terreno es aquel en el que cae la semilla junto al camino pero pronto llega el enemigo y se la lleva. La semilla es la palabra de Dios, sin embargo la persona no la entiende y enseguida llega el enemigo para robársela. Jesús revela más tarde que no todo el mundo recibe la misma medida de entendimiento. No se trata en sí de la palabra, sino del corazón y el nivel de aceptación de la misma. Tanto los apóstoles como otros oyentes escucharon la misma parábola. La mayoría no entendió su significado, así que muchos se marcharon y siguieron con su día. No obstante, los discípulos se quedaron con Jesús para preguntarle su significado y él se lo reveló de manera clara. Es decir, que el hecho de desear entender y estar dispuesto a preguntarle personalmente a Jesús da como resultado una revelación espiritual y un mayor entendimiento. 
El segundo terreno se describe como un terreno pedregoso en el que la semilla cayó, pero al no ser lo suficientemente profundo, brotaron plantas que al poco tiempo murieron por el calor del sol. Jesús explica que esas son personas que reciben la palabra con gozo, pero al momento de enfrentarse a problemas y persecución debido a esa palabra, la abandonan y se interrumpe el ciclo de vida. La profundidad del terreno asemeja aquí la profundidad de tu relación con Jesús. Cuanto más lo conoces, más hondo penetran sus enseñanzas, pero al que no inicia una relación personal con él, ninguna de sus enseñanzas llegarán lo suficientemente profundo. Recibir su palabra pero no recibirlo a él es tan estéril como tratar de entender su palabra desde tu propio punto de vista humano. 
El tercer terreno se describe como la semilla que cayó entre espinos. Pronto el fruto de la semilla es ahogado por esos espinos, los cuales Jesús explica que representan las preocupaciones de la vida y el engaño de las riquezas. Nuevamente aquí la palabra es la misma, la enseñanza es igual, pero el corazón le da más importancia a lo que pasa a su alrededor, o está más preocupado por el dinero que por el reino de Dios. 
El cuarto y último terreno es el buen terreno en el que cae la semilla y dio una cosecha del treinta, sesenta y hasta cien veces más de los plantado. Ese es el milagro de aprender de Jesús, aquellos que le buscan y le piden sabiduría les es dado en abundancia, hasta no poder contener tanta revelación. Buscarle a él y preguntarle significa cosechar sobreabundantemente. Sin embargo, lo opuesto también es cierto. Aquel que desecha sus enseñanzas poco a poco va perdiendo su deseo de conocimiento espiritual hasta desaparecer completamente.


Esta parábola representa la eterna lucha entre el bien y el mal. Siempre que una persona toma la determinación de leer un libro que va a traer luz a su vida, que va a cambiar situaciones, o que va a romper viejos patrones de conducta, malos hábitos o comportamientos agresivos emerge una fuerza opuesta en dirección contraria para robar esa intención. Sin embargo, este libro es solamente una señal hacia la verdadera semilla, que es la palabra de Dios, las enseñanzas de Jesús. En sus capítulos te animaré a que tú mismo desarrolles tu propia relación íntima con él. Pues al fin y al cabo, ningún libro puede sustituir las hermosas enseñanzas que Dios quiere darnos personalmente a cada uno de nosotros mientras desarrolla una relación íntima con nosotros. 

Así que lo primero que debes hacer como lector es saber que surgirán fuerzas contrarias a que continúes leyendo este libro. Pero hoy el Señor te dice “No permitas que nadie te robe la semilla, deja que las palabras calen hondo en tu ser y que su contenido despierten tu espíritu a una realidad clara e inminente: la presencia de Dios en tu vida”.

Tuesday, April 18, 2017

No te canses de pedir

»Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. 10 Porque todo el que pide recibe; el que busca encuentra; y al que llama, se le abre.

(Lucas 11:9 NVI)

Muchas veces dejamos de pedirle a Dios porque pensamos que no tiene ningún sentido. Nos rendimos y dejamos de creer que alguna vez la situación va a cambiar. Jesús nos está diciendo aquí que no cejemos en el intento y que perseveremos en pedirle a Dios aquello que deseamos, o que necesitamos y que en su debido tiempo Dios nos lo concederá.

Nuestra parte es la de pedir con fe y esperar con alegría, con la expectativa positiva de que lo que pedimos se va a cumplir. Lo que sucede desde el momento que le pedimos a Dios hasta que se manifiesta se escapa a nuestro entendimiento.

Cuando el profeta Daniel le pide a Dios revelación para conocer el futuro de Israel, Dios envía a un ángel con la respuesta instantaneamente. Sin embargo, el arcangel se tiene que enfrentar con las fuerzas del mal por 21 días. Durante ese tiempo, Daniel no desiste en su empeño de pedir a Dios. Cada día oraba, ayunaba y daba las gracias por la respuesta. Tras los 21 días de ardua batalla, el arcangel se presenta a Daniel y le explica el por qué de su retraso. 

Otras veces Dios mismo es el que decide que aún no estás preparado para recibir lo que estás pidiendo y pone tu petición en espera hasta que tu caracter se haya moldeado. 

Así que las razones de por qué algunas peticiones se cumplen y otras no, solamente le pertenecen a Dios, pero en nuestra mano está la de pedir con insistencia, humildad y saber esperar con serenidad y optimismo. 

Monday, April 18, 2016

Como arbol plantado a la orilla del rio



Señor, yo quiero ser ese árbol plantado a la orilla del río,
Cuyas hojas florecen porque beben de tu presencia,
Yo quiero asentar fuertes raíces que se anclan en el suelo
Porque mi mente día y no che en ti medita,
Yo quiero dar sombra a los que en mi se cobijan
Porque yo respiro la paz que tú me das cada mañana
Señor, yo quiero ser árbol lleno de fruto
Haciendo prosperar todo lo que ellas tocan
Ayúdame a ser disciplinado en buscarte por la mañana
A cantar en tu presencia, a regocijarme en quien eres,
A meditar en tu palabra y entender las verdades que el mundo no entiende
Déjame ser refugio de extraviados, descanso para los cansados
Alimento para los desnutridos,
Todo esto puedo hacer porque bebo de tus aguas,
Porque me nutro del río de vida que viene de tu hijo amado

Déjame vivir como árbol junto al río,

Monday, February 22, 2016

CAPITULO 16


La paz que nos deja Jesús
En el capítulo 14, Jesús nos deja intrigados con una afirmación bastante contundente cuando dice: “Mi paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden” (Juan 14: 27 NVI). Es decir, la paz que deja Jesús tras su partida es mucho más poderosa que la paz que podemos encontrar en el mundo. Así pues, la paz es mucho más que la ausencia de un conflicto bélico o disputas. La paz es un regalo espiritual que solamente podemos obtener como consecuencia de poner nuestra confianza en Jesús.
Este capítulo se cierra con una afirmación similar a la anteriormente mencionada. Jesús se está despidiendo de sus discípulos; él sabe que su hora ha llegado, sin embargo, sus discípulos aún no se han hecho a la idea.Todos ellos están ansiosos y temerosos por las muchas cosas que Jesús les está revelando. Les cuenta de la venida del Espíritu Santo, y cómo su llegada les conectará directamente con poder de Dios. Les consuela diciéndoles que es necesario que él se vaya para que esto ocurra, que no tengan miedo. Las asegura que él estará bien, porque va al Padre, y que ellos estarán donde él esté. Pero aun así, Jesús puede ver sus rostros y la angustia que sus palabras están causando en sus corazones. Así que les deja con una promesa en la que poder descansar durante sus tiempos de tribulación y dificultad: “yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo hallarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” (Juan 16: 33 NVI).
Hallar la paz en Jesús es inmensamente superior a la paz que nosotros podemos crear con nuestros esfuerzos físicos. Porque tener una relación con Jesús supone estar en paz CON Dios, ya que Jesús pagó por los pecados de toda la humanidad. Jesús rompió el ciclo de pecado, arrepentimiento, sacrificio y vuelta a empezar. Su muerte se tradujo en nuestra liberación de la esclavitud del ciclo de pecado. Al refugiarnos en él tenemos perdón eterno. Cuando estamos en esa posición de alineación perfecta con el Padre, entonces recibimos la paz DE de Dios. La paz, la alegría y el amor, son los tres atributos que describen la naturaleza de Dios. Así pues, la paz DE Dios es un resultado natural de establecer una relación personal e íntima con el hijo de Dios.
La paz que trae Jesús es una paz que elimina el caos, el desorden y la anarquía de cualquier situación. Su paz fue la que calmó la tormenta con una sola orden, la paz de Jesús es capaz de activamente desmantelar la naturaleza caótica del mundo. Es por ello que les dice que su paz no es como la que ofrece el mundo. No es una paz pasiva, sino una paz con autoridad para detener todo intento de confusión y desorden en nuestra vida y en cualquier circunstancia.

Cuando Jesús envía a los discípulos les dice que ellos serán los responsables de dejar la paz en un hogar, si son bien recibidos; sin embargo, si son tratados con desprecio, ellos tienen la potestad de llevarse la paz de ese lugar. En otras palabras, Jesús nos transfiere una paz, proveniente directamente de Dios, la cual a su vez, nosotros tenemos la autoridad de transferir. Allá donde vayamos podemos llevar la paz DE Dios con nosotros y la gente que entra en contacto con nosotros puede sentir esa paz. 

CAPITULO 15


Jesús es la vid
Jesús continúa usando parábolas para explicar sus enseñanzas espirituales. Hay varios aspectos que distinguen a los verdaderos seguidores de Cristo, en este pasaje se revela un nuevo aspecto: dar fruto. Aquellos que digan seguir a Jesús pero realmente no produzcan frutos, el padre los desechará; sin embargo, aquellos que si produzcan fruto, el padre los podara para que así produzcan aún más frutos. Volvemos aquí a la idea que Jesús antes enfatizaba que la semilla antes de dar fruto debe morir. Esta enseñanza apunta a que algo en nosotros debe morir antes de realmente producir algún fruto.
Aquellos que se niegan a deshacerse de algo de su vida pasada (una adicción, una relación, un mal hábito…) terminarán por ser desechados de la vid de Jesús. En sus propias palabras “aquellos que se apega a su vida la pierda, en cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna” (Juan 12:25 NVI). En el acto mismo de negación a apegarse a las formas del mundo, Jesús nos promete una vida llena de fruto. Pero nos advierte que también padeceremos: primero, porque el Padre nos podará, en amor, para transformarnos en algo diferentes de lo que éramos y segundo porque esta transformación irritará a los que todavía pertenecen al mundo.

Permanecer en la vid de Jesús implica permanecer en su palabra. Es decir, buscarle a él cada día en las escrituras nos mantienen en su amor. Recordar su gran amor hacia nosotros, su sacrificio, su entrega, nos hace permanecer envueltos en ese halo de amor con el que nos dejó. Jesús también nos dice que si obedecemos sus mandamientos, otros nos obedecerán por amor a su nombre, porque ellos no conocen al padre. Pero ¿Cuáles son los mandamientos de Jesús? No son muchos, sino solo uno y lo repite insistentemente “ámense los unos a los otros como yo les he amado”. Ese es el único mandamiento que Jesús nos deja. 

Saturday, February 20, 2016

CAPITULO 13


“Ciertamente les aseguro que ningún siervo es más que su amo y ningún mensajero es más que el que lo envió”
(Juan 13: 16 NVI)
En el mundo en el que vivimos hoy cuando pensamos en el concepto de liderazgo pensamos en autoridad, poder de decisión, libertad para actuar a nuestra manera, implementando nuestros métodos, sin tener que rendir cuentas a nadie. Sin embargo, el liderazgo de Jesús es completamente diferente. Su liderazgo es sumiso y servicial. Él tiene claro que vino para servir y sacrificarse por aquellos que estaban bajo su protección; hasta el punto de entregar su propia vida.
El maestro está a punto de partir, es su última noche juntos. Todos esperan un hermoso discurso, o unas palabras de ánimo. Pero en vez de eso, Jesús se quita su manto, se ata una toalla a la cintura y comienza a lavarles los pies, uno a uno. Debemos entender que esa era tarea o de un esclavo o de uno mismo. Era costumbre judía lavar los pies al entrar una casa por la suciedad que se traía de fuera. Nadie había pensado en esa ceremonia antes de la cena, pero Jesús, bajándose al nivel de esclavo, se arrodilló e hizo lo que nadie esperaba. No sólo les dio una lección de humildad sino que los retó a que lo hicieran ellos también a otros. “Dichosos serán si lo ponen en práctica”.
“Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros”
(Juan 13: 34-35 NVI)
Los mandamientos de Jesús son mucho más simples que los mandamientos del antiguo testamento. Son muy pocos, sin embargo requiere toda una vida disciplinarse en ponerlo en práctica. Antes de partir, Jesús les da el último y más importante mandamiento de todos: mostrar amor los unos por los otros. Esa sería la señal inequívoca de que eran seguidores de Jesús. No reconocemos a los seguidores de Jesús por cuántas escrituras hayan memorizado, ni por cuantas oraciones hayan hecho, ni por sus conocimientos teológicos o por sus penitencias de arrepentimiento. La gente reconocerá a Jesús en nosotros por nuestras buenas obras.

Obrar el bien de manera humilde, sin esperar reconocimiento, ni agradecimiento, ni el favor de Dios; simplemente hacer lo bueno, porque sabemos en nuestro corazón que es lo correcto. El mandamiento que Jesús nos deja no está escrito en ninguna piedra sino en nuestro corazón. Acercarse a él, significa poco a poco ir cambiando a su imagen y semejanza. Cuando lo mantenemos a él fresco en nuestro día a día, cuando recordamos sus acciones, sus enseñanzas, su amor incondicional y su sacrificio, emana de nosotros de manera natural un deseo de hacer lo mismo con los demás. Por eso nuestra oración debe ser “permite que la gente te vea a ti, cuando actúe yo, que te escuche a ti, cuando hable yo, que te sienta a ti, cuando yo esté cerca”. Jesús no tiene forma de llegar a otras personas si no es a través de nosotros. Somos sus pies y sus manos, sus instrumentos de amor y compasión. 

Friday, February 19, 2016

CAPITULO 12


“Ciertamente les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere produce mucho fruto”
(Juan 12: 24 NVI)

Muchas personas llegan al cristianismo porque han probado todo y aun así se sienten vacíos. Ven en la iglesia una forma de estabilidad y Dios como un proveedor de todas sus necesidades. Se saben felices, adoptados en una gran familia y a partir de aquí todo será fácil. Pero ser un discípulo de Jesús supone más que eso; supone morir a lo que se era antes; supone dejar atrás las pasiones que nos solían arrastrar. Cuando Jesús dice “el que quiera seguirme que tome su cruz y me siga” se refiere precisamente a eso. Hay algunos que bebían en exceso, otros tenían otros vicios, otros simplemente usaban un lenguaje vulgar y soez; pero cuando te rindes a Jesús y empiezas a conocerlo de verdad y a crear una intimidad con él, las cosas que antes eran normales para ti, ahora dejan de serlo. De repente no te sientes bien cuando usas esas palabras, ni cuando tratas a las personas de cierta manera. El Espíritu Santo que ahora habita en ti está creando una nueva conciencia. Tanto si te percatas como si no, hay una parte de ti que está muriendo, y la debes dejar morir, para que tu nuevo yo pueda dar su fruto. A eso se refiere Jesús aquí. Si le aceptas en tu vida, pero sigues haciendo las mismas cosas que hacías anteriormente, nada va a suceder, ningún cambio va a acontecer en tu vida. Pero si poco a poco te rindes a él, y le permites trabajar en tu corazón, vas a tener que desprenderte de aspectos de tu vida que ya no te sirven. Para algunos, esto es doloroso, porque son hábitos y patrones de pensamiento que han usado como muletas durante muchos años, pero Jesús sabe que si sigues usando esas muletas no serás realmente libre como él quiere que seas.

“El que se apega a su vida la pierde, en cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna”
(Juan 12: 25 NVI)


Jesús va más allá y nos dice que si después de aceptarle a él todavía preferimos el tipo de vida que vivíamos antes, entonces perderemos la vida que él viene a ofrecernos (la vida eterna), pero si aborrecemos la vida que llevábamos hasta conocerle a él y aceptamos la que él nos da, entonces si ganaremos esta nueva vida. La vida que Jesús nos promete, es la misma que le promete a la mujer samaritana cuando dice que ríos de agua brotarán de tu corazón y nunca más tendrás sed, es la misma vida que ofrece a sus seguidores cuando dice que él es el pan de vida, cuando dice que él vino para traer vida y traerla en abundancia. Jesús ofrece una vida llena de pasión por vivir, por dar, por ayudar a otros, por mostrar nuestra compasión con nuestros semejantes, una vida llena de propósito y por su puesto una vida que trasciende el plano de lo meramente terrenal. Sin embargo, la vida terrenal se aferra a las necesidades de lo que yo quiero, lo que necesito, lo que me da placer y lo que evito porque le temo. Esa vida no lleva a ninguna parte, es como oasis desiertos que no sacian la sed, ni calman el hambre, ni alimentan al espíritu.