Wednesday, December 25, 2013

La pureza de tu corazón determina la calidad de tus relaciones


 
Todas las cosas son puras para los puros

(Tito 1: 15,NVI)
Del corazón puro e inocente de un niño salen verdades tan profundas y tan hermosas como ese poema que escribió mi sobrino Daniel de solo 7 años. Jesús dijo que solamente aquellos con corazón de niño podrían entrar el reino de los cielos. De alguna manera, estaba diciendo que debemos descomplicar las cosas y ver lo más profundo desde lo más simple. Dios, es amor, yo provengo de Dios, por lo tanto soy amor, el amor rezuma energía positiva y revitaliza. Nuestros amigos y familiares reciben esa energía, a cambio nos la devuelven. Amar y sentirse amado es parte de una misma cosa: saber que Dios es amor y que nos ama. Tal y como el observador percibe la realidad así se torna. Esta simple verdad crea un mundo nuevo y diferente.

Cómo son tus relaciones a tu alrededor determinan la condición de tu corazón. Si eres critic y juicioso con la gente, así responden las personas a tu alrededor. Si eres amable y sincero, logras sacar amabilidad y sinceridad de aquellos en tu entorno. Si eres amoroso y compasivo, eres capaz de recibir ese amor y compasión de amigos, familiares e incluso desconocidos o enemigos. Es así de simple y a la vez así de complejo para nosotros los adultos.
         
Las enseñanzas que Jesús dejó en esta tierra son radicales y para muchos casi imposibles de poner en práctica. Sin embargo, la realidad a la que apuntan es muy simple.  La palabra radical significa “raíz”. Es decir, todas sus enseñanzas parten de una misma raíz. El cómputo de sus enseñanzas se puede resumir en esta máxima;

En todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes

(Mateo 7:12,NVI).


Así que no se trata de qué vemos en el espejo, sino desde dónde lo vemos ¿Estamos mirando desde las apariencias o desde los ojos de compasión? ¿Estamos juzgando basándonos en nuestras experiencias pasadas o desde un corazón integrador? ¿Estamos maldiciendo y juzgando a los que nos rodean o los estamos bendiciendo y alabando con nuestras palabras de vida? ¿Estamos actuando llevados por la ira y el enojo o por la compasión y la templanza?

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