Thursday, October 10, 2013

Se un constructor de personas

 
 
"La angustia abate al corazón, pero una palabra de ánimo obra maravillas" (Proverbios 12:25)
 
Las palabras tienen el poder de edificar el alma de las personas. Con cada palabra de ánimo estamos poniendo bloques de autoestima, en aquellos que las reciben. Por eso es tan importante que decidamos usar nuestras palabras para edificar a quellos a nuestro alrededor, ya que por el mismo poder, las palabras pueden destruir la autoimagen de un individuo. Tomar unos segundos para decir algo amable, o tomar unos minutos para escribir algo que resalte las buenas cualidades de alguien, puede parecer algo insignificante. Sin embargo, no debemos minimizar la repercusión de ese depósito amoroso que hemos hecho. En algunos casos, puede significar un cambio de vida, encontrar una nueva vocación o simplemente afirmar a una persona en buscar siempre hacer el bien.
 
Mi amigo Cesar es una de esas personas: es un constructor de gente y siempre está buscando oportunidades para edificar a alguien con sus palabras. El otro día en su trabajo, un niño encontró unas gafas de nadar. En el gimnasio en el que trabaja hay una máquina que las vende. Por lo visto, alguien las compró, pero se le cayeron antes de meterlas al bolsillo o a la mochila. Cualquier niño se las habría quedado y ése hubiera sido el fin de la historia. Pero, no fue así en este caso. Algo en su corazón le dijo que lo correcto era devolver las gafas para que el que las hubiera comprado pudiera recuperarlas. El niño fue a mi amigo César y le contó lo que había pasado. César quedó muy impactado por la reacción del niño y no dejó que terminase aquí la historia. Durante días esperó a ver de nuevo al niño para hacerle saber lo mucho que le había gustado su forma de actuar. Unos días más tarde, el niño llegó con su padre a lo que César aprovechó la ocasión para sembrar una semilla en ambos. Le dijo a su padre que debía sentirse orgulloso de tener un hijo tan íntegro y con tan buen corazón.
 
Ciertamente, César pudo haber ignorado eso y simplemente haber tenido un buen recuerdo. Pero algo dentro de él le impulsó a tomar el tiempo y asegurarse que tanto el niño como el padre supieran lo que él tenía que decir. Quién sabe los frutos que dará esa semilla que Cesar sembró en el corazón de este niño. Tal vez sea un deseo de buscar hacer lo bueno en cada ocasión, tal vez sea un espíritu solidario que se desarrolle en una carrera, tal vez sea solamente el incentiv de hacer lo correcto y saber que nada pasa desapercibido. Lo que sí sé es que ni el padre, ni el hijo se olvidarán de César y su amabilidad por haber tomado el tiempo de decirle algo tan positivo.
 
Pero lo que está claro, es que cuando usamos nuestras palabras para edificar a otros, algo pasa tanto en nosotros como el aquellos que las reciben. El vínculo de amistad se estrecha, la autoestima se refuerza, la búsqueda de la bondad brota. Decidamos hoy usar nuestras palabras para edificar a otros.

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