Wednesday, February 1, 2012

La importancia de la bendición del padre y del maestro


La importancia de la bendición del padre o del maestro
Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua. En ese momento se abrió el cielo, y él vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él. Y una voz del cielo decía: ¨Este es mi hijo amado, estoy muy complacido con él¨
(Mateo 3:16-17)

Aunque Jesús es el hijo de Dios, él debe de lidiar con las debilidades humanas también. Tengo la convicción de que su proceso desde niño hasta ese momento no fue fácil. Jesús debió pasar por momentos de dudas y de incertidumbres en los que se cuestionaría si realmente había escuchado bien la voz de Dios. Como hombre debió haberse sentido sólo en su camino a la realización espiritual. Ahora a su madurez, Jesús se llena de autoridad y recibe la bendición de Juan el bautista. Sin embargo, Jesús recibe la confirmación y la fe en su ministerio de esa frase que resuena desde los cielos. Su padre celestial, después de muchos años de silencio, decide salir de su mutismo para reafirmar a su Hijo y darle la bendición antes de emprender su camino.

¿Qué hijo no se llena de orgullo al escuchar las palabras de aprobación de su padre? Las palabras que elegimos decir tienen un poder inimaginable. Podemos usarlas para bendecir a nuestros estudiantes y a nuestros hijos o para maldecirlos. La bendición del padre en tiempos bíblicos es más importante incluso que la herencia familiar. En el antiguo testamento Jacobo y Esau pelean por conseguir la bendición de su anciano padre Isaac. Las palabras que los padres derramaban sobre sus hijos marcaban dramáticamente su futuro para bien o para mal, hasta el punto que sus predicciones se cumplían en la mayoría de los casos. Lo curioso es que los padres no tenían poderes visionarios, sino que la aprobación o el rechazo del padre causaba un impacto tan fuerte en la vida de los hijos, que aunque no aceptaran ese destino no podían evitar ser embullado por el mismo.

De igual manera cada persona tiene cierta autoridad sobre aquellos a su cargo. Un hijo necesita la aprobación del padre y nadie más se la puede dar, ni la madre, ni un maestro, ni un amigo de la familia, ni un vecino. Sólo el padre puede llenar el vacío que su ausencia de palabras ha dejado. Igualmente el estudiante necesita la bendición del maestro. Nadie más puede verter esas palabras de aliento, de ánimo y de coraje cuando más lo necesitan. Como maestros debemos asegurarnos de que nuestras palabras den esperanza a nuestros estudiantes, que le perfilen un futuro prometedor. Ellos necesitan escuchar de nuestra boca que son aprobados, aceptados, creativos, brillantes y únicos.

Como maestros tenemos la obligación de expresar cosas positivas, edificantes, constructivas y esperanzadoras sobre la vida de nuestros estudiantes. Nosotros no sólo somos sus examinadores y sus profesores, somos una figura de autoridad en su vida y como tal nuestras palabras tienen poder y un efecto inmediato en su futuro. 

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