Wednesday, February 8, 2012

EL ENTUSIASMO


El entusiasmo que se apodera de nosotros es una exaltación de animo, un fervor interior, que parece venir de fuera, de una fuerza superior a nosotros mismos. La palabra se origina del griego ¨enthousasmos, inspiración divina, arrebato o éxtasis. Una voz formada de en+theos (que lleva dentro a dios).

Mientras caminaba junto al mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés. Estaban echando la red al lago, pues eran pescadores. ¨Vengan, síganme- les dijo Jesús- y les haré pescadores de hombres¨Al instante dejaron las redes y lo siguieron.
(Mateo 4:18-22)

Jesús tiene ese fulgor interior que atrae a sus discípulos inmediatamente hacia a él. Jesús no debe discutir, ni convencer, ni siquiera explicar nada sobre su ministerio, ni sus intenciones. Su sola presencia, llena de seguridad en lo que hace, radiante de paz, de serenidad y de amor atrae irresistiblemente a estas personas hasta el punto de abandonar todo lo que están haciendo para seguir a Jesús. 

Nuestro entusiasmo es contagioso. Cuando nuestro propósito en la vida está claro, cuando sabemos que nuestra profesión tiene un impacto y una importancia vital para las vidas de nuestros estudiantes y de nuestros hijos, ellos pueden sentir esa determinación, ese deseo de cumplir con nuestro propósito. El resultado no puede ser otro que embarcar en nuestro objetivo a los que nos rodean. 

Aparte de su su presencia y su entusiasmo interior Jesús les promete convertirles en pescadores de hombres. En otras palabras, Jesús les promete que su vida a partir de ahora valdrá la pena, ya que van a hacer algo realmente importante y significativo. La idea de que de las vidas de otras personas estarán en sus manos despierta instantáneamente el entusiasmo en los discípulos. Su trabajo pesado y repetitivo de repente se convierte en insignificante ante la labor de rescatar vidas, de llevarlas desde la oscuridad hacia la luz.

Igualmente, el entusiasmo despertará en nosotros si tomamos conciencia, que como los discípulos, nosotros también tenemos en nuestras manos las vidas de cientos de niños cada año. De nuestra atención hacia ellos depende su futuro. Con nuestro apoyo, respeto, cariño, dedicación, sensibilidad y destreza les ayudaremos a pasar de la oscuridad hacia la luz, a ser mejores individuos y a poder perseguir sus sueños. 

Para despertar el entusiasmo debemos recordarnos a nosotros mismos la importancia de nuestra misión como docentes, educadores, maestros y padres. Desde esa nueva perspectiva emergerá el agradecimiento, el amor, la paciencia, la voluntad, el sacrificio y el respeto. Este centro que se desprende de nuestra personalidad es lo que atrae a nuestros estudiantes a querer seguirnos. Desde este lugar es desde donde podemos enseñar.

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