Día 2: La mente de Dios
“Ningún ojo ha visto, ningún
oído ha escuchado,
Ninguna mente humana ha
concebido lo que Dios ha preparado
Para quienes lo aman
(1 Corintios 2: 9, NVI)
LA SABIDURÍA RESIDE EN EL CORAZÓN NO EN LA MENTE
El apóstol Pablo
continúa hablando de cómo se dirige a su congregación cuando les habla. Pablo
insiste que no utiliza un lenguaje elocuente, ni complicado. Lo más importante
es dar el testimonio de Dios: es decir, como al aceptar a Jesús en tu corazón,
tu vida ha cambiado radicalmente. Cuando uno simplemente se abre y habla
honesta y auténticamente sobre su testimonio, el poder del Espíritu es el que
toca los corazones de los oyentes. De tal manera su fe no depende de la
inteligencia humana, sino de la obra del Espíritu en su interior.
Otra cosa
importante que el apóstol menciona es que a la hora de hablar no se preocupa de
cosa alguna más que de Jesucristo y del mensaje de la cruz: es decir habla con
conciencia única de Cristo. En el nuevo testamento sólo hay dos ocasiones en
las cuales Jesús alabó la fe de dos personajes: una fue la mujer que le pidió sanidad,
a lo cual Jesús la rechazó inicialmente, pero gracias a su insistencia y
humildad Jesús terminó por concederle su petición alabando su gran fe. El
segundo caso es el del centurión que le pide a Jesús sanar a su siervo. Éste le
dice que es un hombre de autoridad y que conoce el poder de la misma, por tanto
insiste en que el maestro tan sólo pronuncie las palabras. El centurión tiene
fe absoluta de que sus palabras serán suficientes para sanar a su siervo. Jesús,
una vez más, queda maravillado por la fe de este hombre. Los dos casos tienen
algo en común: ambos son gentiles, es decir, no son judíos. Ellos no tienen la
ley, ni la conocen, ni tampoco les importa. Sin embargo, los dos están llenos
de la presencia de Jesús. Eso es de lo único que saben y no necesitan más.
Están plenamente convencidos del poder de Jesús y esa mentalidad les hace, si
cabe, aún más fuertes en su fe. Esa es la invitación de Pablo, no mires a
izquierda ni a derecha, no adornes tus palabras o estudies tu mensaje. Por tus
ojos en Jesús y deja que el Espíritu mueva los corazones de los oyentes.
Yo mismo hermanos, cuando fui a anunciarles el testimonio
de Dios, no lo hice con gran elocuencia y sabiduría. Me propuse más bien,
estando entre ustedes, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de
éste crucificado.
(1 Corintios 2: 1-2, NVI)
¿QUIEN PUEDE ENTENDER LA MENTE DE DIOS?
Así pues el apóstol
Pablo nos desvela como es imposible conocer la mente de Dios. Sus pensamientos
son más elevados que los nuestros, al igual que lo son sus caminos y sus obras.
Cuando descansas en esta verdad aceptas que Él conoce tu corazón antes de que
pronuncies palabra alguna, Él es capaz de hacer justicia mejor que tú, Él
conoce las peticiones secretas de tu corazón y sabe los caminos que te llevarán
allí. Nuestra misión es confiar en Él y descansar en el transcurso del viaje.
Las cosas que Dios tiene preparadas para nosotros superan todas nuestras
expectativas, pero muchas veces pedimos a nuestra forma, actuamos bajo nuestros
planes y de acuerdo a eso tenemos según el nivel de nuestra fe.
Sin embargo, como está escrito:
“Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna
mente ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman”
(1Corintios 2: 9, NVI)
No obstante,
Dios desea hacernos saber sus planes para nosotros. Pero ¿Cómo podemos nosotros
acceder a la mente de Dios? Principalmente lo podemos hacer a través del
Espíritu. Para acceder el Espíritu existen vehículos que nos traen a su
presencia: entre ellos la meditación profunda de las escrituras, la lectura
silenciosa y la reflexión, la oración íntima y la buena acción. Todas ellas
llevan a un estado de revelación, mediante el cual el Espíritu le habla
sutilmente a tu corazón en forma de una respuesta a una petición. Algo dentro
de ti siente paz con respecto a ese problema, a esa petición o a la pregunta
que formulaste. La sensación interior ha sido la manifestación del Espíritu
susurrándote el mensaje que Dios tenía para ti.
Pero si no
habitas en alguna de estas prácticas es difícil que recibas el Espíritu, por
tanto, no acedes a la mente de Dios y por ende el lenguaje espiritual que
usamos le suena a locura a tu entendimiento humano. Porque la sabiduría humana
difiere de la sabiduría de Dios. Ésta se halla escondida, esperando a ser
despertada a través de las antiguas prácticas espirituales de la oración, la
meditación, la reflexión y la buena acción. Todas ellas te llevan a la
revelación, dada en última instancia por el Espíritu mismo de Dios.
Así que Dios te
está diciendo en el día de hoy “¿Qué es
lo que más deseas?, ¿Cuáles son los anhelos de tu corazón? Pídeme y te daré
aquello que más quieras, porque es mi naturaleza complacer y dar a aquellos que
amo y que me aman. Pide, y cuando pidas pon tu mente y tu corazón en mí y yo te
enviaré al Espíritu para que él te diga lo qué debes hacer?”.
En efecto, ¿Quién conoce los pensamientos del ser humano
sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los
pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios”
(1 Corintios 2:11, NVI)
DÍA 2: LA MENTE DE DIOS
Oración para acceder a la mente
de Dios:
Padre, hoy vengo a ti para
acceder a tu mente infinita,
Vengo a ti humildemente
sabiendo que toda sabiduría reside en ti,
Que todo conocimiento se
halla en tu refugio.
Revela tu visión para mi vida,
déjame conocer tus planes para mí
Yo por mi parte ensancharé mi
mente y ampliaré mi fe para que dejar que tu obra
Que es siempre más grande y
más satisfactoria se manifieste en mi vida
Como un nuevo propósito
nacido de tu corazón y no de mío. En tu nombre te pido Señor.
Amén