Tuesday, November 15, 2011

COMO COMENZAR A CRECER?


Un rey tenia un jardin enorme del cual se sentia muy orgulloso. Un dia paso por su jardin y se dio cuenta que todas las plantas y arboles se estaban marchitando rapidamente. El rey alarmado por la situacion le pregunto al roble que estaba pasando. El roble le dijo suspirando que se moria por ser tan grail y elegante como el pino. El pino a su vez deseaba mas que nada ser como la vid, pues esta era capaz de dar uvas. Y la vid envidiaba secretamente al roble porque lo veia tan alto y robusto.

En medio de toda esta situacion el rey noto que habia una planta de fresa que estaba verde y fresca. Curioso el monarca le pregunto -y tu por que no te has marchitado y esta floreciendo tan bella y fuerte?-. La fresa le miro y le respondio - Bueno, rey yo imagine que si tu plantaste una fresa es porque querias recoger fresas. Por eso yo hago todo lo que esta en mi mano para honrar tu confianza en mi. Y tambien pense que si me plantaste aqui y no en otro lugar es porque era aqui donde debia florecer-.

El rey sonrio y se sintio muy orgulloso de aquella pequena planta.

(Un cuento de Jorge Bucay "Cuentos para pensar")

A veces lo mas dificil es lo mas sencillo. Cualquier camino comienza por aceptar quienes somos con las caracteristicas que tenemos, sin desear nada que no sea como Dios nos hizo. Cada uno de nosotros fuimos creados con todo lo necesario para cumplir con nuestro proposito en la vida. No hay nada que nos falte, que necesitemos cambiar o que este de mas. EL comienzo de todo crecimiento parte de abrazar lo que somos y en donde estamos.

Saturday, November 12, 2011

EL ALFA

El abuelo estaba sentado a un lado de la cama para darle las buenas noches a su nieto. El muchacho le mira y le pregunta:
- Abuelo ¿Tú crees en Dios?-.
El abuelo sorprendido por la sinceridad y la profundidad de la pregunta le responde:
-claro que si hijo mío. Yo creo en Dios. ¿Y tú crees en Él?.
El nieto quedó en silencio unos segundos y le respondió a su abuelo:-
- Yo también creo en Dios. Muchas noches hablo con Él, y le cuento cuando tengo problemas y le cuento todos mis sueños-.
El abuelo sonrió orgulloso y le dijo:
-Eso es genial hijo. No debes perder esa fe, porque cuando te hagas mayor vas a encontrarte con muchas dudas, que te harán perderla. Cuando nos hacemos adultos pasamos por tribulaciones y situaciones en nuestras vidas que nos hacen olvidar de dónde venimos y a dónde vamos. Cuando perdemos esa seguridad, perdemos la presencia de Dios, Su guía, Su compañía y Su amor a lo largo de nuestro camino. Recuerda siempre esa fe que tienes ahora y consérvala siempre-.
El niño quedó pensando un momento y le volvió a decir a su abuelo:
-¿Es por eso que mis papás han perdido la fe?-.
-Más o menos hijo. Tus papás no han perdido la fe en Dios. Ellos siguen creyendo. Todo el mundo tiene una noción de Dios en el interior desde que nacemos. Lo que sucede es que tus padres vivieron una época en las que las personas hicieron un mal uso y dieron un mal nombre a la religión. Tus padres se alejaron de la iglesia porque no se sentían representados, pero eso no significa que en el fondo de su corazón no sigan amando a Dios-.
–Entonces ¿por esas circunstancias han perdido la fe?- insistió el niño.
–Si hijo, han perdido la fe en la iglesia y en la institución, pero no en Dios. Solamente necesitan encontrar el camino hacia Su corazón otra vez. Pero, desde la pureza, sin influencias ni conceptos vacíos. Ellos deben aprender de nuevo a amarle como tú le amas, con esa inocencia, con esa sinceridad-.
-¿Y qué podemos hacer para ayudarles a recuperar su fe?-.
–Déjame que responda a tu pregunta con una historia-.


La calabaza amarga
Era se una vez un agricultor que tomaba mucho orgullo de su plantación de calabazas. Cada año recogía las mejores y más grandes calabazas del condado. Un año, el agricultor se sintió enormemente decepcionado cuando vio que una de las calabazas más grandes que había cosechado estaba amarga por dentro. Pensó que tal vez necesitaba quedarse un poco bajo el sol para reblandecerse y así endulzar. La dejó tres días y al comprobar su sabor seguía amarga. Le recomendaron meterla a remojo durante un día entero. Así lo hizo y al comprobar su sabor aún estaba amarga.
Entonces, unos frailes expertos en el cultivo le revelaron su secreto para endulzar las calabazas. Ellos le aseguraron que con su método su calabaza sería la más dulce de todas. Comenzaron el rito rezando por la calabaza durante un día. Al segundo día la llevaron a lo alto de una montaña y la dejaron expuesta al fresco aire de la cumbre. Después la llevaron a una sala oscura donde los monjes recitaban oraciones y prendían incienso. Al cuarto y último día la bautizaron en el río y le dieron un nuevo nombre. Para sorpresa de todos, al final del largo ritual la calabaza aún seguía amarga.

-No lo entiendo abuelo. Después de tanto sacrificio la calabaza sigue estando amarga. Las cosas no han cambiado. ¿Por qué?
El abuelo le respondió:
-Porque la calabaza no estaba lista. Porque nada, ni nadie puede determinar el dulzor de la calabaza más que la propia calabaza. La calabaza tiene que estar dispuesta a emprender el camino hacia la dulzura. Los rituales, las palabras, las oraciones son sólo eso. No tienen sanación, ni la clave de la dulzura de por sí. Uno debe decidir emprender el viaje hacia el otro lado. Las respuestas a tus preguntas sólo tú te las puedes responder sincerándote con Dios. Con paciencia, Él te dará respuestas a todas tus preguntas y dará dirección a todos tus pasos-.
-¿Quiere eso decir que mis padres deben decidir emprender su propio camino?-
-Así es hijo mío-.
El niño quedó muy pensativo con esta nueva revelación. Volviendo a la realidad le preguntó de nuevo a su abuelo:
-Abuelo. ¿Tú también perdiste la fe?-
-Si, hijo, yo también la perdí y tuve que buscar mucho hasta finalmente reencontrarme con el corazón de Dios-.
-¿Y cómo fue tu camino abuelo?-