Thursday, April 2, 2015

De Padres a hijos


 
Un joven norteamericano estaba preparándose para las olimpiadas en Paris de 1928 en la especialidad de remo individual. El joven apuntaba grandes maneras y había ganado varias competiciones a nivel nacional. Había muchas expectativas puestas en este gran atleta. El tiempo de las olimpiadas se acercaba pero paralelamente recibieron la noticia de que esperaban un hijo para el verano también, casualmente el nacimiento del niño coincidía con las fechas de las competiciones. El joven continuó entrenándose y meditando sobre qué hacer. Al final decidió que se quedaría en casa para el nacimiento de su primer hijo, ya que en aquellos años tardaría casi dos meses en cruzar el Atlántico y no quería estar ausente  en tan importante fecha.

El padre estuvo ahí para el nacimiento del niño y se volcó en su educación y crecimiento completamente. El joven no volvió a las competiciones. Sin embargo, con la edad el hijo comenzó a despuntar en el mismo deporte en el que el padre un día fue todo un campeón. Eventualmente, el hijo fue seleccionado para el equipo olímpico americano y le llegó la hora de ir a las olimpiadas de Helsinki casi 28 años más tarde. En aquellos tiempos aún no se televisaban los eventos y la familia aún no tenía radio, así que el telégrafo era la única forma de comunicación. El padre recibió un telegrama desde Helsinki que decía lo siguiente:

“Querido papá, muchas gracias por el sacrificio que hiciste al elegirme a mí y luchar por mí. Hoy por fin he cumplido el sueño que tú tuviste llevando a casa una medalla de oro. Esta medalla no es mía, sino de los dos. Gracias a tu sacrificio y tu dedicación en mi educación y entrenamiento yo he tenido la fuerza para llegar a la meta el primero. Mi éxito es el tuyo también”.

El padre lloró de felicidad, incluso más que si él mismo hubiera ganado el oro. Aquella medalla llevaba un valor aún más grande la medalla del sacrificio.
Querido amigo Luna,
tu padre dio todo su tiempo y esfuerzo para que tú tuvieras éxito en la vida. Pasó innumerables horas viendo tus partidos y entrenamientos. Tus éxitos fueron los suyos propios. El hecho que él se haya ido de este mundo no significa que ya no te siga animando. Muy al contrario el apostol Pablo dice que hay "una nube de testigos viéndonos desde el cielo". Yo me lo imagino como un estadio, un graderío, desde el cual nuestros seres queridos siguen viéndonos y observándonos en el partido de la vida. Si tu padre pudiera hablar contigo hoy segurmante te diría "vamos hijo, échale ganas, sigue adelante, yo estoy contigo, todavía quedan muchas cosas por hacer, muchas victorias por celebrar".